viernes, 15 de octubre de 2010

Jorge Checo y el Arte del Bodegon





La pintura de Jorge Checo manifiesta una decidida exaltación


de la naturaleza. Sus bodegones de frutas tropicales, bananos,


guanábanas, cocos, quenepas, papayas, aguacates o las apetitosas


sandias y sabrosos mangos, se desgranan sobre una mesa como


salidos de una cornucopia de la abundancia, símbolos elocuentes


de la fertilidad de la tierra, madre generosa que nos permite la


subsistencia en medio de los avatares cotidianos. Sus composiciones son un compendio de equilibrio y un singular gusto por los colores vivos e iridiscentes del trópico antillano, transformados en humildes utensilios de labranza o en los ingredientes para la preparación de un apetitoso sancocho.


En su obra se percibe al dibujante preciso y cuidadoso que sabe sacar provecho de las sensuales redondeces o las suculentas pulpas, así como de esas cáscaras rugosas o lisas de los frutos en una atmósfera luminosa.


También asimila las aves, sean las locuaces cotorras o las modestas gallinas del patio trasero, que con su alegre colorido imprimen una dimensión domestica a sus bodegones.


Por supuesto, sus obras actualizan una temática que ha gozado del favor de numerosos artistas a través de la historia del arte.


La pintura de bodegones se remonta a la más lejana antigüedad cuando artistas cuyos nombres se han perdido en el tráfago de la historia, confeccionaron las primeras composiciones ilusionistas en los mosaicos hallados en las ruinas de Pompeya, por ejemplo, en plena vigencia del imperio romano. La tradición desaparece, como tantas otras, en la Edad Media cuando solo primaban las inquietudes religiosa, hasta que emerge una vez mas en el Renacimiento, ya fuese como parte del decorado de un retrato o como una disciplina autónoma dividida en diversas tendendencias.


A raíz de la Reforma de Lucero en el siglo XVI, se popularizo una concepción moralista en los países de Europa septentrional que enfatizaba la llamada vanitas vanitaes, vanidad de vanidades, y en las artes visuales se traduce en bodegones cuyo núcleo es un conjunto seleccionado de objetos para recordar al observador la fugacidad la vida, relojes, calaveras, mariposas, libros, velas, que se derriten como la vida misma, o flores como símbolos de belleza efímera. El significado de estos bodegones trasciende su valor nominal para insinuar una compleja red de asociaciones de índole religiosa como son el pan y el vino para representar la eucaristía, aunque más tarde se desarrollan los bodegones que reivindican su carácter decorativo en jarrones florales o en frutas apetitosa que enfatizan el virtuosismo del pintor.


El bodegón tomó diferentes caminos de interpretación personal de acuerdo con la época .En los siglos XVII y XVII, por ejemplo, se desarrolló en Francia una visión más amplia en interiores de cocina ejecutados por pintores tan destacados como Oudry con sus animales de caza, o Chardin en sencillas composiciones de utensilios domésticos o ingredientes para la preparación de alimentos. A diferencia de los pródigos y lujuriantes bodegones de los flamencos, recordemos a Pillen Claesz o Pieter Aertsen, los españoles del Barroco como Sánchez Cotán o Zurbarán son ejemplos de austeridad, aunque de contundencia visual en el manejo de su temática bodegonista.


Si bien decayó con el advenimiento del periodo neoclásico, para los académicos del siglo XIX y principios del XX fue un mero ejercicio técnico, no así para los impresionistas que explotaron los efectos luminosos del color en floreros desbordados de tulipanes, rosas, girasoles, frutas en abundancia como las famosas manzanas de Cezanne cuya cromática sensualidad influyo en el posterior desarrollo del Cubismo. Es precisamente en pleno auge cubista hacia 1912, cuando Picasso incursiona en los bodegones con fondo de pajilla enmarcado por cabuya que después sistematiza junto con George Braque en el llamado ´´collage``, papeles o desechos encolados, a veces repintados, sobre la superficie del lienzo.


En época más reciente el pintor italiano Giorgio Morandi 1890-1964 permaneció fiel toda su vida artística a los sencillos bodegones de botellas en tonos sobrios cercanos al monocromo. En Colombia ha sido el tema favorito de reconocidos pintores como Fernando Botero, David Manssur y Darío Morales en escultura; en tanto que en Puerto Rico fue un tema recurrente en la pintura de Francisco Oller y Cesteros, uno de los más celebres bodegonistas en arreglos de frutas, botellas, teteras y elementos domésticos.


En la corriente ´´ante el espejo`` que impulsó la Bienal de Venecia en una de sus versiones recientes, es decir, las manifestaciones artísticas que en el presente reflejan el arte del pasado, ahora se trata de rejuvenecer esa valiosa herencia que ha sido siempre patrimonio artístico de la humanidad, y es Jorge Checo uno de sus más aguzados exponentes en el área del Caribe. En realidad se trata de un pintor que se deleita con los colores intensos de su tierra y quiere compartir con el mundo esa admiración que se deriva de su amor por la naturaleza.





Eduardo Marceles


Critico de arte y curador independiente radicado


en la ciudad de Nueva Cork donde se desempeña


como Editor Cultural y Director del semanario de arte


y entretenimiento VIDA del diario HOY.

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