domingo, 25 de noviembre de 2007

Los bodegones caribeños de Jorge Checo





José Antonio Pérez Ruiz

Jorge Checo es un dibujante dotado y un colorista excelente. Su amplio dominio de ambas disciplinas es atributo indispensable a la pintura que trasciende.El poder de atracción de sus cuadros proviene del acierto con que apela a lo sensorial y la fortaleza que imprimen sus lineas clásicas. Es necesario señalar que en el aspecto composicional sus acercamientos son impecables. Predominan en sus realizaciones formatos cuya organizacion es piramidal, otras veces los organiza en ángulos como si formaran triángulos imaginarios que permiten que la mirada se deslice ritmicamente sobre la superficie. Resulta evidente que el compás del movimiento ocular de los contempladores es pautado por el artista.

En muchas ocasiones la presencia de manteles es empleada por Checo de manera intencional, pues sabe jugar con las alternaciones de luces y sombras provocados por los pliegues. Estos agitan la óptica e inyectan así toques moviles que se dezplazan como marejadas que actúan bajo la rigidez de los elementos integradores de cada obra.

Jorge Checo, trae a consideración publica asuntos atemporales pues indica las necesidades humanas de todos los tiempos. Por esa razón, el bodegon es lo que llamamos una pintura degenero, valida a lo largo de la historia. Las presencias de las delicias que brotan de nuestros suelos nos habla del potencial ilimitado de los terrenos antillanos.

Los bodegones antillanos concebidos por Jorge Checo son característicos de la región caribeña. En tierras donde no existen limites climáticos para las cosechas, estas pinturas se convierten en concepciones que evidencian afluentes constantes de frutos cuyas presencias no son alteradas por cambios estacionales.

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